El gobierno noruego y la empresa estatal Avianor, encargada de gestionar los aeropuertos del país, han manifestado la intención de electrificar todo el tráfico aéreo doméstico de aquí al año 2040 en el último congreso sobre Cambio Climático celebrado en Oslo en el mes marzo. Lo que a priori puede parecer una utopía, revela en cambio un futuro factible gracias a los avances tecnológicos de los últimos años.
Por un lado, existe la necesidad imperiosa de reducir las emisiones de CO2 en aviones y barcos, por ser una de las grandes fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero, después de las zonas industriales, los coches y los espacios de gran concentración de animales.
Además, los coches eléctricos constituyen un excelente precedente que abre las puertas a la viabilidad de otros medios de transporte, gracias a su creciente nivel de autonomía y al aumento de las estaciones de recarga. En concreto, Noruega es el primer mercado mundial de este tipo de coches, cuyas ventas superan ya las de los vehículos diésel y de gasolina.
Por último, al tratarse de aviones mucho más silenciosos, permitiría acercar las zonas de despegue y aterrizaje a los núcleos de población, con el consecuente beneficio de reducir costes y tiempos de desplazamiento tanto para pasajeros como para la carga aérea.
Principales dificultades del transporte aéreo eléctrico: la autonomía y el peso de las baterías
El principal reto al que se enfrentan esta industria es el de optimizar las baterías eléctricas. A día de hoy, tienen mucha menos capacidad de generar energía por peso que el combustible fósil, 40 veces menos en el mejor de los casos, aunque los motores eléctricos compensan parcialmente esta desventaja siendo más eficientes a la hora de convertir la energía en potencia.
El gran número de baterías que necesita un avión eléctrico para volar supone más del 50% del peso máximo para que el vuelo sea viable en distancias de como máximo 1000 kms.
Transporte aéreo eléctrico: algunos ejemplos
En Australia, una academia de pilotos adquirió un avión totalmente eléctrico a principios de año, Alpha Eléctrico, que tiene una autonomía de una hora, más media de reserva. Ha tenido muy buena aceptación para la formación porque es mucho más barato y silencioso que los aviones convencionales. El fabricante esloveno, Pipistreno, empieza ahora a fabricarlo en serie.
Otro proyecto prometedor es el de la start up israelí Eviation Aircraft, que trabaja en el prototipo Alice Commuter con el objetivo de competir con el tráfico terrestre y una gran reducción de las emisiones de CO2. Acaba de firmar un acuerdo con la compañía de Corea del Sur Kokam como proveedor de baterías. Estas irán distribuidas por el techo, el suelo y las alas del avión y está previsto que comercialicen el primer avión eléctrico en 2021.
Airbus y Siemens trabajan juntos en un prototipo que ya en 2015 pudo cruzar el Canal Inglés en 2015 usando solo propulsión eléctrica.
Por su parte Boeing trabaja con la start up Zunum Aereo y tiene previsto comercializar un modelo híbrido de 12 pasajeros para 2022, con el que empezarán a hacer pruebas hacia finales de año.
Con este panorama, la próxima década será decisiva para hacer realidad los aviones eléctricos y en un futuro no demasiado lejano, esperemos que den cabida a la carga aérea, ampliando las opciones de entrega y mejorando los tiempos. Sobre todo, estaremos cada vez un poco más cerca del objetivo que impone la Comisión Europea de reducción del 75% de las emisiones de gas invernadero respecto al 2000.